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Barquillos de flandes
Desleida la flor de la harina en buena nata, de
leche fresca, que no tenga mas que una noche, y que no esté agria, con
otro tanto como la harina, ó poco mas de harina fina en polvo con mas
nata de leche volviéndolo todo á desleír, de modo que no se encuentre durujon
alguno, y que esté tan claro y suelto como la leche, á lo que se añadirá
un poco de agua olorosa; bien
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meneado todo al rededor, se
echará como cosa de cucharada y media, de esta composición sobre los
hierros barquilleros (que por ser muy conocidos, y ser lo mismo, que
con lo que se hacen las hostias, con solo la distinción de estar; los
barquilleros labrados de una parte, y otra de figuras, y ser un poco
menores) untados ya con un liencecito empapapado en manteca, y
calientes; con la advertencia que si se oprimen un poco, saldrán muy
delicados; se pondrán en la hornilla á cocer de un lado que se conocerá
por color doradito, se volverán de el otro y cocido del todo el
barquillo, se sacará con un cuchillo, estendiéndole sobre un palo
hecho espresamente para que tome forma, que lo regular es al modo de una
teja, donde se dejará enfriar, poniéndolo finalmente en la estufa,
para que se conserve seco, y se prosiguen como las demás en la debida
forma.
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